Mi familia es mi mayor tesoro y mi lugar en el mundo. Nosotros somos reales, cometemos errores, pedimos perdón, nos peleamos, damos oportunidades, hacemos ruido, tenemos paciencia y nos queremos. Ellos son mi hogar, un rincón inmenso al que sé que siempre puedo acudir.
Mi familia es el pañuelo que seca mis lágrimas y acaricia mi alma. Es mi casa, el lugar que me arropa, el que huele a infancia y a madurez, a crecimiento, a aprendizaje, a superación en equipo.
Entre sus abrazos y sus besos se encuentran todas las respuestas a mis qué, por qué, cómo y dónde. Mi familia es el calor con el que se forjan mis valores cada día y con el que se moldea mi sentir.
Ellos son personas que huelen a todo aquello que es indescriptible y a ellos les pertenece todo aquello que no se puede contar. A ellos les debo mis más preciados secretos, mis mayores desvelos y mis mejores sonrisas.
Padres regando a su hijos como símbolo de familia
Puede que haya momentos en los que se hayan roto ciertas cosas, pero mi familia siempre es mi origen y mi destino. Un grupo de aliados, de personas imperfectas, que pueden luchar juntos contra lo que venga, sea viento o sea marea.
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